La nieve es agua congelada

"Muchos años después, en la peor pandemia del más reciente siglo, el autor de este blog había de recordar aquella tarde remota en que fue a conocer la nieve. Santiago era entonces una ciudad extraña construida a orillas de un rio de aguas diáfanas que bajaban desde la cordillera de los andes y recolectaban la mayor parte de aguas negras de la zona oriental."

Pudo ser menos poética, pero definitivamente fue bastante real y mágica aquella ocasión feliz en que conocí la nieve.

En el invierno de 2017, emprendimos un viaje a lo que yo consideraba lejos: la nieve. Eramos un grupo de entusiastas jóvenes colombianos con la ilusión de conocer la nieve. Me habían hablado de un camino difícil, con muchas curvas y casi imposible de transitar, para un conductor como yo.

Para que Usted lector, se haga una idea, Santiago de Chile está a una altura promedio de 520 msnm, y el centro de Ski al que fuimos tiene la entrada en aproximadamente 2.500 msnm y tiene una altura máxima de 3.330 msnm. La distancia es de 27 Km desde donde estoy viviendo ahora y existen algunos buses que lo pueden llevar con reserva previa. La diferencia de alturas es como entre Apulo y Bogotá. 

Pero el camino no resultaba más que una versión blanca de la subida a pescadero. Supe de inmediato que yo podía recorrer ese camino. Y lo haría un año más tarde.

Una vez en el centro de ski, que es a poco más de 1 hora de Santiago, lo primero fue buscar los implementos necesarios. Aprendimos que se necesita siempre ropa adecuada, que puede ser alquilada directamente en el centro de ski. Pero la primera sensación, fue el frío. Un frío cruel, pero soportable. Con la ropa adecuada, el cuerpo puede generar su propio calor. A menos que tengas un guante roto y pues ya sabemos que la suerte nunca está propiamente de mi lado en estas situaciones.

El sol alumbra, pero no calienta. La luz rebota en el blanco de la nieve y actúa como espejo para los ojos. Es necesaria una protección adecuada para no dañar los ojos, que requieren más que un filtro UV de lentes comunes de sol.



Aprender a esquiar fue sencillo. Hay clases de todo tipo para aprender a esquiar o hacer snowboard. La gravedad hace todo, pero si hace falta frenar, los skies deben ir en forma de pizza. Instrucciones fáciles de entender, sobretodo para mí. Salvo un par de caídas, creo que logré dominar la técnica que hoy extraño.

Hoy, después de un año de espera para la nueva temporada invernal, los caminos, los centros y las pistas están cerradas. Todo estaba listo para ir. Aún sigue listo, pero las cifras de contagio recién están dando tregua y no es momento de aglomeraciones. Es curioso, ya que todos usan pañoletas para protegerse del frío; tal vez, la gente de la nieve fue pionera en las medidas sanitarias.

En todo caso, hoy extraño esquiar. Lanzarse desde lo alto de la montaña, confiando únicamente en tus habilidades de frenar. Si algo sale mal, puedes sufrir un accidente que te rompa la columna o las piernas o un simple moretón, pero cada grado de riesgo se paga con la sensación del viento en la cara.

Ese viento en la cara es lo que llamo: Libertad. 
Y si, también la extraño. 

A la libertad, por supuesto.

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