"Wel-cold" to Santiago... again

Conocí Santiago en el verano del 2014 en un viaje de trabajo. Es decir, su aeropuerto, el rio Mapocho, las oficinas del cliente y un modesto hotel en la zona de providencia. En esas reuniones, había conocido a los que iban a ser, años más tarde, mis jefes directos.

Fueron 3 días en que conocí a la Santiago del calor, sin ser consciente del paso del tiempo y sus cambios por las estaciones. 

Volví a Santiago a fines del otoño de ese mismo año. Fueron algunas horas como resultado de una escala previa al mundial de Brasil. Ahí conocí el frío. El fío de un domingo con lluvia en el que junto a dos amigos, caminamos hasta conocer su Estadio Nacional y su plaza de mercado llamada "La Vega".

Pero no fue hasta el invierno del 2015 que probé el verdadero frío. A pesar de tener más ropa adecuada, la sensación en los huesos no la olvidaré jamás. Por momentos, se me entumecían los dedos de las manos y pies, las rodillas me sonaban más de lo normal y pegaba palmadas contra mis muslos buscando un poco de calor. Y además, la lluvia.

Llegué a mi primer departamento con mis dos maletas, un juego de sabanas y un plumón (cubrelecho) prestados y un colchón inflable recién comprado que no tenía bomba de inflar. De esa noche, sólo recuerdo darme por vencido y dormir en el piso, abrazado al plumón y a la espera del sol de la mañana.

Las "risas" continuaron hasta que a la tercera noche encontré la fuga de aire que hacía que amaneciera en el piso. Una semana después celebré como un gol de desempate en el 90 la llegada de mi nueva cama.

Hoy, sigo teniendo mis dos maletas, la misma cama, el mismo frio. Pero ya nos conocemos de antes y los viejos amigos, son bienvenidos siempre.




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